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La caída de Pirayú y el Campamento Cerro León, hace 156 años

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Aunque el general Manuel Mena Barreto y su división aliada llegaron a Pirayú en enero de 1869, su única misión era explorar la ruta que usó el Mariscal López para huir de Ita Ybaté y, de encontrarse, recolectar ganado. La Campaña de la Cordillera comenzó cuando el conde d’Eu asumió el mando del Ejército brasileño y dirigió las operaciones tierra adentro en persecución de las fuerzas renovadas de Francisco Solano López.
Un 25 de mayo, como ayer, pero de 1869, Pirayú era tomada por los Aliados y tras una escaramuza, caía el Campamento Cerro León.

Todavía era oscuro, alrededor de las 05:30 del 25 de mayo de 1869, cuando las columnas brasileñas abandonaron el alto forzoso de Itauguá –la jornada anterior se había detenido allí por la lluvia– y se echaron a andar entre una niebla tan espesa que “se podía recoger con las manos”.

Conforme las tropas avanzaban, el velo blanco empezó a disiparse; poco antes de las 08:00 apareció por fin el sol y, con él, las primeras señales de alarma que llegaban desde la base de la cordillera donde los paraguayos habían encendido grandes hogueras para quemar el Campamento de Cerro León.

A las dos de la tarde, sin que se disparase un solo tiro, la vanguardia entró en el pueblo: Casas abandonadas, brasas aún encendidas y, en los bordes, las huellas frescas de carros que acababan de partir. Manduca Cipriano, con su brigada de caballería, persiguió esas huellas hasta el Campamento de Cerro León; allí sorprendió a la pequeña guarnición paraguaya, mató a treinta hombres, tomó veinte prisioneros y regresó con apenas un herido grave.

Mientras los ingenieros levantaban trincheras de campaña alrededor de la estación y los zapadores reparaban un par de puentes quemados sobre la vía, se descubrieron dos locomotoras –una intacta en Cerro León– y quince vagones que el enemigo no alcanzó a destruir; tras improvisar pasarelas, todo el material se arrastró hasta Pirayú para reactivar el ferrocarril logístico.

El pueblo empezó a transformarse. Sobre el descampado que separaba la capilla de la nueva estación surgieron fondas, panaderías y barracones para casi treinta mil hombres; los vagones sirvieron de almacenes, y el ingeniero Meyer trazó un plano que el conde envió a Asunción.

Después de tomar Pirayú, el conde lo convirtió en su Cuartel General, instalando hospitales de campaña, cocinas y un gran depósito lleno de provisiones. En ese momento, el pueblo albergó a unas 20.000 personas, una cifra nunca más alcanzada en su historia contemporánea. Se tendieron líneas telegráficas para conectar con Luque, Villeta y Asunción, y se organizaron grandes depósitos de víveres, armas, municiones y equipos médicos.

La llegada masiva de comerciantes italianos, brasileños y algunos franceses marcó un cambio en la dinámica local: Surgieron panaderías, fondas, herrerías y talleres improvisados, con precios inflados por la demanda militar. La población civil, en su mayoría desplazada, comenzó a regresar con cautela, observando con resignación la transformación de su comunidad en una gran guarnición bajo férreo control extranjero.

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Casco del pueblo, rodeado por la trinchera y cañones durante la ocupación. Plano del ing. Maximilian Frederico Guilherme Meyer a pedido del Conde d’Eu.

Uno de los momentos más destacados de la ocupación de Pirayú fue el gran desfile militar del 11 de julio de 1869. Las tropas imperiales, organizadas en líneas precisas de infantería y caballería, realizaron una extensa exhibición marcial frente al conde d’Eu y al alto mando aliado. El acto inició a las 11:00 de la mañana, con una misa solemne celebrada en un altar improvisado en el campo abierto, rodeado por filas de soldados formados. En ese evento, se entregaron nuevas banderas a las unidades que habían perdido las suyas en los enfrentamientos de Ybytymi y Lomas Valentinas, y se distribuyeron medallas al mérito militar. Asistieron también importantes figuras de la coalición aliada, como el general Osorio, el consejero Paranhos (futuro vizconde de Rio Branco) y el ministro argentino Roque Pérez, lo que añadió un carácter diplomático al acontecimiento. El conde d’Eu, visiblemente emocionado, pronunció un discurso evocando el heroísmo de los soldados caídos, la importancia de la moral y la disciplina, y defendió el derecho a la queja dentro de la vida militar como una expresión legítima de libertad.

Durante los meses posteriores, Pirayú siguió operando como eje de coordinación y planificación de la campaña de la Cordillera. En ese tiempo, se produjo también un encuentro significativo entre el conde d’Eu y el coronel estadounidense Martin T. McMahon, representante diplomático de los Estados Unidos ante el Gobierno paraguayo. Este se entrevistó con el conde para entregarle una carta personal del mariscal Francisco Solano López. La carta, redactada con un tono desafiante pero diplomático, denunciaba los crímenes de guerra cometidos por los aliados y responsabilizaba directamente al conde d’Eu por la escalada de violencia. Aunque el conde d’Eu no ofreció respuesta formal a la misiva, el episodio fue interpretado como una maniobra propagandística del mariscal para exponer su causa ante la opinión internacional. El intercambio fue reseñado posteriormente tanto en el diario de campaña del conde como en los informes diplomáticos de McMahon.

Desde esta base, partieron expediciones hacia Caacupé, Paraguarí, Altos, Piribebuy y otras posiciones clave en el norte y este, y planificación de la campaña de la Cordillera. El régimen impuesto a la población civil fue severo: Se implementaron controles de identidad, salvoconductos obligatorios, registros domiciliarios, y había presencia permanente de patrullas que recorrían las calles día y noche.

En medio de ese contexto militarizado, se produjeron también actos simbólicos y propagandísticos, como el homenaje de un grupo de mujeres pirayuenses al Ejército imperial, consistente en la entrega de mantas, medicinas, crucifijos y cartas de apoyo a las tropas. Estos gestos fueron promovidos y difundidos por las nuevas autoridades provisorias establecidas por los aliados. También se convirtió en un centro de socorro, a donde las familias liberadas de los cerros llegaban en un estado de miseria espantoso y eran alojadas en la iglesia, entre distribuciones de ropa y harina.

El 3 de agosto de 1869, alrededor de las 7:30 de la mañana, el conde d’Eu salió de Pirayú con su Estado Mayor y columnas principales rumbo a Piribebuy, dejando en la villa una guarnición de caballería y parte del aparato logístico. Desde esa fecha, Pirayú pasó a funcionar como una base de retaguardia consolidada, sirviendo como estación intermedia entre el frente de batalla y Asunción. Tras la guerra, el Campamento Cerro León quedó de refugio para muchos desamparados, contándose en total 1.298 almas.

Como curiosidad histórica, cabe mencionar que el 6 de junio de 1891 la antigua aldea de Tijuco Preto adoptó oficialmente el nombre Piraju, convirtiéndose más tarde en municipio del estado de São Paulo. uh

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