

Nacionales
Madame Lynch y la aplanadora stronista
La honorable Cámara de Senadores aprobó sin más trámite el proyecto de ley con media sanción de Diputados que dispone el otorgamiento de la ciudadanía paraguaya honoraria a la irlandesa Elizabeth Alicia Lynch, compañera sentimental del Mariscal Francisco Solano López, y el traslado de sus restos al Panteón Nacional de los Héroes.
Y se repitieron los mismos vicios que en Diputados, por la manera en que se hizo todo, reeditando un viejo mecanismo político –la fuerza de la mayoría de imponer una realidad ficticia–. Y no hablamos de la mayoría de votos que allí posee el oficialismo, no, eso es democracia, hablamos de no considerar y dejar de lado los consejos que les fueron dados por el organismo oficial del Estado –la Secretaría Nacional de Cultura– a la Cámara de Diputados que en sus dictámenes DGDDPC/N°006/2024 (Procesos Culturales) y DGAJ 285/2024 (Asesoría Jurídica) indican cuanto sigue:
Que tocante al otorgamiento de la ciudadanía paraguaya honorífica, la SNC entiende que la ley es oportuna, pero que respecto de sus considerandos (el argumentario del porqué E.A. Lynch es merecedora del honor) se debería “involucrar a organismos encargados de las investigaciones históricas a nivel nacional como la Academia Paraguaya de la Historia, el Comité Paraguaya de Ciencias Históricas, el Centro de Investigación en Historia Social del Paraguay, entre otras, a fin de fortalecer la exposición de motivos” (sic). En una palabra, la Secretaría Nacional de Cultura no se jugaba sola por la idea.
Que tocante al traslado de los restos de E.A. Lynch, además de que el Decreto 4834 de 1936, que instaló el Panteón de los Héroes no da lugar a considerar a este traslado como claramente autorizado, ya que Lynch no es un “prócer benemérito de la patria” (sic) como requiere el decreto, finaliza diciendo que, además de no existir más lugar físico para depositar su urna, “no es recomendable el retiro de personajes ilustres de los cementerios históricos (se refiere a la Recoleta), ya que estos dignifican el lugar como sitio de interés cultural y, por el contrario, debe instarse a su conservación y su valoración… etc. etc.” (sic).
Para la reciente sesión de Senadores, brillaron por su ausencia estos dictámenes y solo fue presentado el del Ministerio de Defensa Nacional, que en nota del 29 de abril pasado recomendó un escueto “parecer favorable” conforme le fue recomendado al ministro de la cartera por su Dirección de Museo Militar, el que por todo concepto entendió que corresponde que los restos de Elisa A. Lynch sean llevados al panteón por reunir los requisitos que –brevemente en un párrafo– se resumen en el sufrido acompañamiento de la mujer al Mariscal, haber enterrado a dos de sus hijos durante la Guerra de la Triple Alianza y traer la moda y música europeas para enriquecer la cultura del Paraguay por todo concepto. ¿Qué de excepcional tienen estos requisitos en una ciudadana extranjera cuando que todas las madres paraguayas hicieron lo mismo y mucho más aún en aquella Guerra Guasu, con el agravante de que no estaban apoyadas por un padre gobernante que le hizo a la señora Lynch mucho más llevadero su supuesto sufrimiento?
¿Caminó acaso descalza la señora Lynch por todo el Paraguay en aquella diagonal de la muerte como lo hicieron las Residentas y las destinadas? Nunca lo hizo.
¿Siguieron los honorables senadores las recomendaciones citadas a la hora del tratamiento de ese proyecto de ley?

En Senadores ni siquiera esperaron que la Academia Paraguaya de la Historia haga llegar su parecer, todo se hizo a las prisas, no era cuestión de esperar otro dictamen desfavorable para las intenciones oficialistas. Hasta ahora, los miembros de las instituciones citadas encargadas de velar por la historia del Paraguay no fueron siquiera oídos para una consulta por lo menos del tipo karape, nada, fue todo llevado por delante e inconsultamente. Es la aplanadora stronista en versión siglo XXI.
¿Cumple la señora Lynch los requisitos del Decreto 4834 que define claramente quién puede y quién no puede tener sus restos en ese lugar? La respuesta es no. La señora Lynch no cumple el requisito del artículo 1° de ese decreto, pues bajo ningún punto de vista es una “prócer benemérita de la Patria”, lo que haya hecho no lo hizo por el Paraguay, lo hizo por ella, como madre y compañera como cualquier mujer, pero nunca por el Paraguay.
La señora Lynch es el quinto personaje que está en la fila de los restos que ingresarán, por la puerta o por la ventana, a la cripta del Panteón y nos encontramos con una curiosa situación, pues uno de ellos es el general Patricio Escobar, soldado de López, quien, en 1885 –como presidente del Paraguay–, hizo lo que todo patriota hace: impidió a los hijos de López y a su testaferro argentino la inscripción en el nuevo Registro de la Propiedad de las escrituras de las ventas de tierras fiscales que el Gobierno paraguayo de Francisco Solano López formalizó, sin venia congresal, a nombre de la señora Lynch, con lo que el Estado recuperó las 3.105 leguas cuadradas (más de 100.000 km2) de sus propiedades fiscales malhabidas en manos de quien ahora es nombrada oficialmente heroína y ciudadana paraguaya honoraria, y hasta honorable como los mismos señores miembros del Congreso. Hoy, el mismo Estado está borrando con el codo lo que escribió con la mano en 1885.
El senador Eduardo Nakayama planteó la triste realidad de la ley aprobada en cuanto a los argumentos que usa de base y para uno de ellos, dijo en el plenario lo que ninguna autoridad nacional se ha atrevido a decir en más de 150 años, y es que los presuntos restos del mariscal que están en el Panteón de los Héroes no son los extraídos de la verdadera tumba de López, y eso ya ha sido demostrado técnicamente incluso, publicado por la Academia Paraguaya de la Historia en su revista anual y en este medio de prensa. Con esa premisa: ¿Cuál es el objeto de afirmar que los restos de Madame Lynch deben estar al lado de los de su compañero sentimental cuando que este sigue enterrado –y lo que es peor– ignorado en Cerro Corá? Al oficialismo eso no le interesa, la ley salió para que unos señores diputados ganen méritos dentro del nuevo discurso oficial que nos retrotrae a aquella historiografía nacionalista que llevó a Francisco Solano López a los altares de la Patria, desentendiéndose de aquel negro episodio que significó que nuestro héroe nacional haya sacado del país, en plena guerra y cuando miles de paraguayos morían de hambre, una fortuna a nombre de la que hoy ya es oficialmente una ciudadana paraguaya honoraria.
Nobleza obliga reconocer que hubiéramos deseado honestamente acompañar esta iniciativa, pero visto lo ocurrido vemos que no fue nada parecido al caso del capitán José Bozzano, aquel genio de Sajonia, o del victorioso Gral. Garay, aquel que caminó 70 kilómetros para regalarnos la más rutilante de las victorias paraguayas, o del Héroe del Ypecuá, Patricio Escobar, de cuyas argumentaciones no se escucharon reparos e impedimentos legales descalificadores y en el Congreso no se saltó ninguna recomendación. UH
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